HALLOWEEN EN BROOKLYN

 

Estamos en Brooklyn, uno de los barrios más emblemáticos de Nueva York. Dos agentes de policía hacen la ronda y nos encontramos con una casa donde viven dos adorables ancianitas. Las hermanas Abby y Martha son la bondad personificada. Nadie que pase por su casa se irá sin tomar algo. Son encantadoras, a veces llevan al niño de los vecinos al cine pero no les gusta que las películas sean de miedo. Reparten chucherías entre los niños que a su puerta acuden porque hoy es la noche de Halloween y además van a recibir la visita de su sobrino Mortimer, un crítico teatral que acaba de casarse con la hija del reverendo Harper, Elaine. Todo es maravilloso a no ser por un pequeño detalle y es que estas ancianitas entrañables tienen una manera muy particular de practicar la caridad. Unas gotitas de arsénico en el vino porque en el té o café se nota más.

Acabamos de aterrizar en el universo maravilloso de “Arsénico por compasión” (Arsenic and Old Lace, 1944) una deliciosa comedia negra que Frank Capra nos regaló para que permaneciera siempre entre nosotros. Un disparatado embrollo lleno de los elementos más clásicos de las screwball comedies que durante los años treinta y cuarenta arrasaron en Hollywood. Una historia que te va atrapando desde el principio con un arranque prodigioso, que va de lo general a lo particular presentando la trama de forma precisa. Además está Cary Grant y eso es ya un seguro pero sería injusto que todo el mérito recayese en el genio nacido en Bristol porque las Josephine Hull y Jean Adair de esta cinta son sencillamente majestuosas. Con un andar a veces cómico casi a saltitos las vemos desplazarse por ese salón que es otro de los protagonistas sin duda de la cinta. El espacio y el tiempo quedan perfectamente marcados en una puesta en escena teatral donde se desarrolla la acción principal. La casa de las ancianas en Brooklyn es la protagonista pero solo vemos prácticamente durante toda la película el salón, se intuye el sótano y las habitaciones de arriba pero no las vemos. Es además un tiempo concreto, la noche de Halloween, niños disfrazados tocan a la puerta para su ya famoso: Truco o trato pero esa noche además llegará el hermano de Mortimer (Cary Grant) , Jonathan (Raymond Massey) un peligroso asesino junto a su amigo el doctor Einstein que le ha ayudado a escapar de la policía , un Peter Lorre adorable. La película se vuelve oscura cuando aparecen estos siniestros personajes y esa oscuridad siempre la rompe el adorable primo Teddy que se cree que es Theodore Roosevelt y cada vez que sube la escalera grita: Cargueeeeeeen!

“…Teddy hay que abrir otra esclusa en el canal de Panamá…” esa será la frase que las ancianitas pronunciarán cada vez que tengan que enterrar a una de sus obras de caridad.

Es aquí cuando cada vez la película se va volviendo más y más loca pero no nos engañemos ni nos dejemos creer que todo está dejado al azar. Cada detalle está en su sitio funcionando con la precisión de un reloj suizo. Una puesta en escena perfectamente lograda. Un guión escrito por los hermanos Epstein, autores nada menos que de Casablanca, aquellos que tenían fama entre la profesión de ser grandes amantes porque compartían mujer durante la noche intercambiándose al ser gemelos. La obra de teatro ya tiene un texto poderoso, Joseph Kesselring, sin embargo no podía imaginar el éxito que luego tendría esta adaptación de Capra. Es una obra ácida, con un humor negro maravilloso y con frases para el recuerdo como “…ahora que ya sabes la verdad, debes olvidarlo, nosotras también tenemos derecho a nuestros secretitos…” mientras Cary Grant no sale de su asombro. 

 


 El gran triunfo de Arsénico por compasión es  la capacidad de entremezclar en ese salón donde transcurre todo, personajes tan variopintos como asesinos, doctores con licencia, otros sin ella, policías, detectives, Elaine la enamorada, un crítico teatral, las adorables ancianitas y por supuesto un tipo que se cree Theodore Roosevelt y al que van a tener que ingresar en el sanatorio de Happy Dale. Aunque quizá no debería ir solo. Toda la película es una locura in crescendo, un disparate tras otro, situaciones hilarantes, policías torpes que no ven la realidad en sus narices, el doctor de Happy Dale que no tiene muy claro si es a Teddy a quien habría que encerrar solo.

Probablemente estamos ante una de las más grandes comedias de la historia del cine, con un inconmensurable Cary Grant. El actor británico nos da un recital absoluto de interpretación, contenido al principio, volviéndose cada vez más histriónico según la situación demanda. A partir de la mitad de la película cuando se empiezan a mezclar todos los elementos que la coctelera ya ha agitado nos vamos a encontrar con un auténtico espectáculo visual e interpretativo. No puede negarse la teatralidad del film, el uso de planos largos para hacernos sentir que estamos frente al escenario y sobretodo la música de Max Steiner otro fijo de la Warner que confiere a la película el tono burlesco cuando lo necesita y más siniestro cuando se requiere.

La noche de Halloween se acaba, los problemas de Mortimer Brewster se van aclarando y por fin Elaine Harper y él podrán disfrutar de su luna de miel, eso sí antes pedirán un taxi en la misma cara del taxista que durante horas y horas los ha estado esperando en la puerta y que gritará desesperado: “…y yo que soy una cafetera?...” para concluir una de las comedias más locas jamàs rodadas y con más encanto. Nos vamos deseando que llegue otro año más la noche de Halloween para ver cómo las tías Abby y Martha vuelven a maravillarnos con su asombrosa y particular idea de la caridad.

 

Rubén Moreno

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